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Miércoles, 16 de Noviembre de 2011 09:13

Jose Maria Ballester aboga por la inteligibilidad y universalidad de los bienes patrimoniales y su posesion emocional por los ciudadanos

C/CM
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La noci�n de Patrimonio Cultural ha experimentado una evoluci�n considerable en el curso de los �ltimos cuarenta a�os, hasta convertirse en objeto de comunicaci�n y en un verdadero fen�meno social. Si analizamos ese proceso, sin embargo, vemos que esa evoluci�n conceptual � con sus declaraciones oficiales y Convenios internacionales, que abarcan desde el monumento en s� mismo hasta la moderna percepci�n del paisaje, hasta transferir la consideraci�n patrimonial al concepto de paisaje � dej� de ser operativa a finales de los a�os ochenta � para dar lugar a un retroceso efectivo. Es decir, frente a la evoluci�n del concepto, asistimos a una involuci�n en las pr�cticas y en las pol�ticas, que amenazan con hacernos regresar al punto de partida.

Sobre estas premisas ha desarrollado ayer tarde su intervenci�n dentro del ciclo � La memoria de Europa en un mundo global� del Aula de Religi�n y Humanismo de la UCO, el ex director de Cultura y de Patrimonio Cultural y Natural del Consejo de Europa Jos� Mar�a Ballester, presidente asimismo del Grupo de Trabajo � Paisajes Culturales� de Europa Nostra quien intervino acerca de � Patrimonio Cultural y Modelo de Sociedad�.

 Para Ballester en el eje de esa divergencia, se plantean las cuestiones de �qu� y del �para qu� de esas pol�ticas. Y se olvida que toda esa evoluci�n conceptual estaba ligada � al menos en lo que al Consejo de Europa se refiere � a una determinada concepci�n de la sociedad. M�s a�n, a una concepci�n humanista de la sociedad, en cuya construcci�n la noci�n misma de patrimonio cultural, natural, paisaj�stico o territorial, su propia gesti�n, encarnaba todos esos valores de orden espiritual, de orden �tico, de orden intelectual o de orden material � enti�ndase patrimonio construido, paisaje o territorio que suscitan en nosotros un sentimiento de pertenencia com�n. Es decir, se convierten en un factor de cohesi�n. Una factor tanto m�s importante en el mundo globalizado en que vivimos, cuando emergen en nuestro propio cuerpo social nuevas culturas, de signo tan diferente.

M�s all� de esas declaraciones oficiales y de los Convenios o Recomendaciones que sustentan esa evoluci�n conceptual, se impone una nueva reflexi�n sobre la noci�n  de patrimonio cultural  y sus potencialidades efectivas. Es decir, se plantea el �para qu� de esas pol�ticas, desde una perspectiva m�s inmediata: el papel del Patrimonio Cultural, en sentido amplio, en el proceso de construcci�n y de integraci�n europea.

Asi lo establec�a, con claridad meridiana seg�n el conferenciante, el primer p�rrafo de la Declaraci�n final de Jefes de Estado y de Gobierno, en la �cumbre� que el Consejo de Europa reuni� en Viena, en el a�o 1993, donde la noci�n de �Patrimonio Cultural com�n, enriquecido por su diversidad�, se equiparaba a las democracias parlamentarias, el Estado de Derecho o la universalidad e indivisibilidad de los Derechos Humanos. Es decir, los Jefes de Estado y de Gobierno, cuando afrontaban el fin de la divisi�n de Europa en bloques geopol�ticos, vinculaban directamente el patrimonio cultural al modelo de sociedad humanista � y de inspiraci�n cristiana, dicho sea de paso � que esta Organizaci�n internacional ha preconizado desde su fundaci�n en el a�o 1949.

De ah�, la importancia de esa reflexi�n, que � finaliz�- pasa necesariamente por tres puntos fundamentales: devolver su inteligibilidad a los bienes que se integran en esta noci�n amplia de patrimonio, reconocer su universalidad � alimentada por un proceso creciente de posesi�n emocional de estos bienes por parte de los ciudadanos � y promover su integraci�n, como factor esencial, en ese modelo global de sociedad que busca la Uni�n Europea y que ha forjado a lo largo de la historia esa idea que denominamos Europa: ser y proponer una forma de ciudadan�a democr�tica.